La noción de una iluminación confortable se basa en su aspecto cuantitativo, que implica un nivel de luz suficiente; como también cualitativo, donde entra en juego la difusión, la buena distribución y el color de la luz utilizada.
La iluminación es la densidad del flujo luminoso que alcanza una superficie dada, pero la sensación visual, que es lo que importa ante todo, será muy diferente, según que el mismo flujo caiga sobre una superficie oscura o sobre una superficie blanca. No es la iluminación, sino los objetos iluminados lo que nuestros ojos están llamados a ver y distinguir. El efecto estará definido tanto por la iluminación como por el poder reflector de la superficie iluminada, lo cual se designa con el nombre de iluminancia.
1. No producir deslumbramientos
El deslumbramiento directo se produce cuando el flujo luminoso cae dentro del campo visual, como ocurre con las lámparas que dejan a la vista el filamento incandescente. El deslumbramiento por reflexión tiene lugar cuando el foco luminoso no se ve directamente, pero si su imagen reflejada en una superficie brillante.
2. No producir contrastes bruscos de intensidad
Con una mala distribución de luz artificial, los contrastes son extremos y determinan diferencias excesivas para la resistencia ocular, lo que causa mayor fatiga al ojo no es la insuficiencia de luz, sino el gran contraste. El transito de las áreas de luz intensas a las áreas en sombra debe ser gradual. Cuando la vista pasa de un lugar oscuro a otro muy iluminado, el iris se contrae para ajustarse a la nueva situación. Este reajuste fatiga a los músculos, si los somete a cambios demasiado frecuentes.
La vista prefiere la luz equilibrada, que implica el mínimo de contraste entre las luces generales y las locales. Para descansar, una luz baja y uniforme es ideal, pero para cualquier tipo de trabajo, se ve mejor cuando el lugar esta mas iluminado que el resto de la habitación. Cada actividad requiere una potencia lumínica adecuada, pero esta no deberá determinar una concentración excesiva o desequilibrada co el resto de la habitación.
La mirada es atraída por cualquier fuente de luz y por los fuertes contrastes. Este fenómeno es llamado “atracción fototrópica”. Esto significa que las luces intensas y los contrastes mas notables deben ser producidos en las direcciones en que se desee que la gente mire. Los objetos que requieren especial atención deben estar más iluminados que sus alrededores.
3. Intensidad adecuada
Se refiere a la cantidad de luz emitida por una fuente. La forma, dimensiones, sombras, materiales de revestimiento, etc., influyen aumentando o disminuyendo la potencia lumínica necesaria. También el color y el tipo de pintura empleado en los muros y cielos rasos, con sus distintos grados de reflexión, hacen variar la intensidad de la luz necesaria.
Cada lugar de la habitación será iluminado de acuerdo con las tareas visuales que en el se desarrollen, disponiendo luces locales de intensidad adecuada, en adición a la luz general. Es difícil descansar bajo una luz intensa y los ojos se cansan cuando se trabaja con luces débiles. El problema en la iluminación en las viviendas consiste en lograr un alto nivel de intensidad donde sea necesario, pero atractivamente, y sin producir encandilamientos ni contrastes.
4. Control de intensidad
Toda iluminación general, excepto en las áreas donde las tareas no varían, estará sujeta a control de intensidad, de acuerdo con las diversas exigencias producidas por el cambio de actividades. Es conveniente que el sistema de iluminación sea flexible, en el sentido de satisfacer distintos requerimientos, por la tendencia hacia la multiplicidad en el uso de los espacios. Por ejemplo, en una sala de estar, que también se use como comedor, serán necesarias tres intensidades distintas. Una alta para las tareas que se efectúen junto a una mesa, una intermedia para comer y otra baja para descansar.
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